Desde que hace tres mil años los fenicios trajeron el aceite de oliva a las costas españolas, en pocas ocasiones el oro verde ha vivido una encrucijada de tal magnitud como la de los últimos años.
Quizá habría que remontarse a la Revolución Industrial (la llegada del hierro transformó la oleotecnia con las prensas de fundición) para hallar una coyuntura tan importante para uno de los contados sectores en los que España es el líder mundial indiscutible.
Los frentes abiertos son numerosos y variados: caída de precios y rentabilidad; recrudecimiento de la prolongada guerra entre productores, envasadores y distribuidores; creciente competencia de terceros países; giro estratégico de las cooperativas en su política de alianzas; nuevos sistemas de cultivo; adquisición de olivares fuera de España...
El asunto más alarmante y que, en último término, ha activado un efecto dominó del que aún se desconocen sus consecuencias futuras, es el desplome de su valor.
Hay una paradoja. Se registran los mejores ratios de consumo y de producción, pero atraviesa el desierto más largo a causa de la dura crisis de precios en origen. Y lo hace con una espada de Damocles: la reforma de la PAC, en la que se plasman las ayudas públicas hasta el año 2020. Un documento que supone, según el propio Gobierno, un "hachazo" al olivar, un sector que representa el 24% de la producción agraria en Andalucía y la actividad principal de 300 localidades.
Este hundimiento de los precios, que acumulan tres años por debajo del umbral de la rentabilidad, es el principal causante de esta compleja coyuntura.
El sistema ‘poolred’, que extrae la media obtenida tras las operaciones de compraventa en el mercado de aceites de todas las calidades, lo pone en evidencia: desde hace tres años en contadas ocasiones se ha superado la barrera de los dos euros por kilogramo, tocando suelos de 1,7 euros. Las pérdidas acumuladas de los agricultores superan ya los 2.500 millones de euros, según COAG.
Motivos
¿Por qué se ha llegado ahora a esta situación? Es la consecuencia directa de la falta de tamaño de los productores. Al principio de esta crisis existían en la Comunidad Autónoma más de 700 operadores para cinco grandes distribuidores. Hoy, gracias a ayudas de la Junta de Andalucía a la concentración de la oferta (casi ocho millones de euros desembolsados), 145 empresas se han unido, fusionado o integrado en doce firmas.
Pretenden negociar de tú a tú con la industria envasadora. Aun así, sigue habiendo una gran atomización, en ocasiones, hay poco profesionalización; mientras que los envasadores están concentrados. Estos últimos, por su parte, vienen adquiriendo desde hace varios años olivares en el exterior -sobre todo en Portugal, Latinoamérica y el Norte de África- para garantizarse el suministro, al tiempo que están desarrollando cultivos superintensivos.
La cooperativa pionera en uniones en el sector es Hojiblanca, que ya alcanza una producción de 200.000 toneladas (un 20% de todo lo que genera el olivar andaluz). Su director general, Antonio Luque, lo tiene claro: "La concentración es imprescindible, pues la capacidad de negociación con los grandes operadores es mínima".
Pese a los logros obtenidos, la tormenta también deja daños en el grupo. "Comercializamos el producto y lo consolidamos, seguimos creciendo mirando hacia fuera, pero los pasos son insuficientes, puesto que nuestros socios siguen vendiendo el aceite a un precio muy bajo", afirma, tras calificar de "muy preocupante" una situación que requiere "cambios estructurales".
Pero la paradoja llega cuando se analiza el resto de cifras. Todas las demás ratios deberían ser motivo de euforia para los productores. El consumo mundial no ha dejado de crecer, duplicándose respecto a la producción media de hace dos décadas, con mercados al alza como Estados Unidos o Australia y una estabilización en las plazas europeas.
Gracias a esas cifras se está vendiendo prácticamente todo lo producido, con records en las exportaciones. En el último año se incrementaron un 6%, alcanzando en España las 820.000 toneladas y en Andalucía las 436.000.
Junto a estos aspectos hay otro que también debería ayudar a mejorar la situación: la estabilidad en la producción. El primer aforo del aceite espera 1.132.000 toneladas esta campaña, prácticamente la misma cifra que la anterior y un 10% más que la media de las últimas cuatro.
La nueva PAC, la puntilla
Ahí terminan la buenas noticias, ya que el borrador de la reforma de la PAC, que dibuja el nuevo escenario de ayudas a la agricultura para el periodo 2014-2020, ha caído como un jarro de agua fría en el sector andaluz, que cuenta con más de 800 almazaras y del que dependen 250.000 familias.
La 'tasa plana', a través de la que se homogeneizan las ayudas a todos los cultivos y se eliminan los derechos históricos de países como España o Francia, el previsible recorte presupuestario -habrá que repartir entre 27 naciones- y la ausencia de mecanismos de regulación del mercado y, por ende, de los precios son sólo algunos de los principales caballos de batalla.
Los primeros cálculos de la organización agraria Asaja plantean una reducción de hasta el 50% en las ayudas al olivar, que en Andalucía alcanzan hoy los 800 millones.
Motivos para la preocupación
En este duro contexto, España debe luchar para mantener el liderazgo. En un grupo de naciones sin tradición en este campo -Australia, EEUU o China- se ha desatado la fiebre del oro... verde. En paralelo, las plantaciones se multiplican en los competidores históricos de España, como Marruecos, Portugal, Túnez y, últimamente, Argentina y Chile.
Zonas, además, en las que los costes son inferiores gracias en gran parte a una mano de obra más barata y a unas autoridades que hacen la vista gorda en materia medioambiental.
Fuente: expansion.com
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